domingo, 14 de noviembre de 2010

La educación en México: el perpetuo debate.

UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA
                UNIDAD – XOCHIMILCO

Alumno.      Pastrana Orozco José
Grupo.        SJ02S
Para empezar me gustaría en primera instancia ubicar el desempeño educativo que ha tenido México –el cual se incorporo en 1946- muy recientemente y que se expresa dentro del rankin  mundial según estudios de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura)
a partir del índice de desarrollo de Educación. Nos ubicamos en la fabulosa –disculpen mi entusiasmo- posición 45 de 129 estados miembros que integran este organismo
[1]. Sus parámetros de medición estriban desde las oportunidades de acceso a una educación gratuita, la ineludible calidad de la educación y el combate al analfabetismo. Sin embargo, podría decirse –en una rápida revisión de
información que está a primera mano en la web-, que hay un recurrente estancamiento dentro de estas variables que comprenden la ecuación de la instrucción académica, por un marcado “rezago educativo que en México alcanza a 33 millones de personas”
[2]  que no logran brincar la barrera
del analfabetismo, la cuestión de la deserción y otros factores que comprenden las particularidades de cada región en nuestro país.  Con respecto al ánimo  que sentía al ver los datos que ofrece la
UNESCO, este se convirtió de forma inevitable en sarcasmo.  Ahora, hablemos del propósito de este ensayo -sería molesto e iterativo hacer una monografía de lo que ya se ha escrito,  un discurso cronológico en lo que tantos autores ya han puesto su empeño intelectual, su tiempo y dedicación
–intentare, en la medida de lo posible, no caer en esa situación-, lo más apropiado sería intentar retomar una cuestión que es de mi interés, me refiero a la educación como una herramienta indispensable para el desarrollo humano por medio de la  adquisición de conocimientos, como un bien colectivo, en donde se congregan los símbolos que generan identidad, valores, etc., y no sólo me refiero a la instrucción académica, sino también a los saberes ancestrales que forman parte de nuestra cultura y que también habría que otorgarles la envergadura que les corresponde. Más que elogiar la educación como un bien común habría que cuestionarse ¿Cuáles han sido sus principales contribuciones  –la tarea sería tratar de señalar las de más relevancia- en el ámbito social y como
herramienta de desarrollo de una nación? Ya que en algunos periodos se le advertía  como la vía más promisoria para alcanzar un desarrollo económico y tecnológico óptimo en el país y ¿Cuál ha
sido el peso específico y, por lo tanto el papel que ha ejercido el Estado en el sistema educativo nacional? Imperativo hacer una revisión del marco histórico para intentar dar un atisbo a tales cuestiones.
Entonces, hablemos del despliegue de la historia y los procesos, o más preciso, el desarrollo del Sistema de Educación Mexicano (SEM) que si bien, está convergiendo aquí mismo, en los datos que podemos consultar en estudios estadísticos y de organismos internacionales (finalmente es el espejismo de nuestro desarrollo, aunque no el reflejo preciso, habría que ser mexicano o desempeñar el rol de observador directo para alcanzar a vislumbrar el panorama nacional con más claridad, con más escrupulosidad), pero es testimonio del legado de hombres y mujeres -ilustres y gente común- que han contribuido en la formación de nuestro moderno sistema de educación nacional. Desde el cumplimiento de sus funciones del señor Jorge Vera Estañol quien fuera el encargado de cristalizar las tentativas del gobierno porfirista desde la Secretaría de Instrucción Pública en materia educativa enfocándose al mejoramiento de los programas y métodos que se impartían en ese periodo pero descuidando la amplitud de la educación que aún se mantenía en la esfera de lo exiguo. Existía otro dilema y era que la iniciativa proponía la uniformidad de la enseñanza lo cual ponía en peligro o se vislumbraba mínimamente respetuosa de la soberanía de los estados. La fórmula, señala Loyo Engracia, en el texto Gobiernos revolucionarios y educación popular en México, fue el establecer la educación, además de obligatoria, gratuita y laica; legado que trascendería hasta nuestros días. De esta forma se estaban afianzando las bases del moderno sistema educativo nacional; la visión unificadora que le impregna el gobierno porfirista y que posteriormente tomaría forma en las reformas Vasconcelistas implementadas y promovidas desde su cargo como rector de la Universidad Nacional en 1920 -designado por Huerta-, y que enarbolaba toda una campaña civilizatoria con un espíritu misionero que se reflejaría en heroicas campañas de alfabetización. Sin embargo, las dificultades que se presentaban eran abundantes y diversas (las condiciones, evidentemente, no eran las mismas en el espacio rural y urbano; el intento por incrementar el nivel educativo chocaba con un muro de concreto; su proyecto no lograba sortear las
obstáculos más elementales: el analfabetismo, la castellanización y cobertura) e impedían alcanzar los objetivos de tales iniciativas dentro del periodo porfirista, posteriormente se agudizarían producto del movimiento revolucionario (los acontecimientos de 1910 tuvieron efectos negativos que se manifestaron como un estancamiento del desarrollo en materia educativa; la tensión política y social generó un intento por reformular la ecuación -educativa- con la intención de robustecer la identidad nacional).
Hasta la revolución el manejo de la educación fue responsabilidad de cada estado; el gobierno federal se mantenía al margen con el control de las escuelas del distrito y de los territorios federales, así transitó este modelo educativo hasta la promulgación de la constitución de 1917  y la enmienda
al artículo tercero que pone de relieve el protagonismo del Estado respecto de la dirección del sistema mexicano de educación y que cuatro años después desembocaría en la creación de la SEP.  El
gobierno federal comienza a tener más peso en las decisiones respecto al ámbito educativo (manifestándose a través de los distintos proyectos que se generaron a raíz de distintas orientaciones ideológicas), a partir de ésta etapa, es que se empieza a generar las reformas, que en gran medida, aunque presentando diversas particularidades, privilegiaban la educación, vinculada al
industrialismo del país, como el medio hacia el progreso. Así es como distintas corrientes comienzan a perfilarse atendiendo las condiciones particulares y las circunstancias que manifestaba cada periodo durante el proceso de consolidación del moderno sistema educativo, es decir, la política educativa es la manifestación de la orientación ideológica de un régimen o etapa determinada. Si bien, las propuestas promovidas por Justo Sierra, José Vasconcelos, Narciso Bassols, Jaime Torres Bodet, por mencionar algunos de los precursores de las más importantes reformas que se han hecho a lo largo de la trayectoria del SEM, aunque disímiles, pusieron en la mesa del debate reflexiones fundamentales acerca de cómo brindar la educación más adecuada a la población, de cómo incentivar, a través de la misma, el desarrollo más óptimo del país, la estrategia más apropiada para generar individuos capaces de ejercer sus derechos  como ciudadanos, las instituciones y organismos encargas de formular los programas educativos más convenientes con miras a cumplir con los objetivos establecidos.
Me parece que la revisión bibliográfica de la historia en torno al desarrollo del SEM nos dicta que no
hay que desdeñar las aportaciones que en su momento incluyeron las distintas reformas a la educación;  la promulgación de la ley de laicidad que promovió Justo Sierra en el periodo porfirista; la valiosa aportación de Vasconcelos al buscar la consolidación nacional en virtud de fomentar los valores culturales y morales; el pragmatismo de Bassols que, si bien, “él pensaba que una forma de ayudar a resolver los problemas económicos de México era preparando gente para que supiera hacer las cosas”
[3], la escuela tenía el papel de generar fuerza de trabajo y aumentar la productividad, es decir, su visión utilitarista pone de relieve la preparación especializada en detrimento del crecimiento intelectual del individuo y la escuela se volvía en el instrumento vinculado al progreso económico del país: ese fue el propósito de crear escuelas técnicas.
Por otro lado, el intento de instaurar la educación marxista en la enseñanza fue el acontecimiento más polémico en la historia de las reformas a la educación. Se convirtió en el foco de enfrentamientos entre una capa del sector de intelectuales y el gobierno federal. El intento de incorporar la educación socialista fue fuertemente asediado por un gran número de intelectuales que rechazaban una iniciativa la cual tachaban de estatista e improvisada y no atendía las particularidades de cada región, impuesta desde arriba y por la fuerza, además de atender a dogmas
de moda y que impedía la generación de valores, cuyo óptimo desarrollo necesitaban de un ambiente de pluralidad ideológica. Por otro lado, la puesta en marcha de la educación socialista gozo de un gran número de simpatizantes (también de la esfera intelectual) –la mayoría procedente del sector rural vinculados al magisterio, algunos otros, ya con una trayectoria dentro del SEM-.
Es claro que la educación ha formado parte importante en la conformación y desarrollo de nuestro país, no sólo ha sido el instrumento que forma el personal especializado orientado a dirigir las áreas productivas del país, sino, también como un mecanismo generador de valores y que de cierta forma refuerza la identidad; y el gobierno federal ha ejercido el papel de promotor del cambio de rumbo –que, en gran medida, también fuera Torres Bodet quien pusiera las bases a través de sus iniciativas
orientadas al quehacer educativo, elaborando programas, dándole continuidad a las campañas alfabetizadoras y haciendo énfasis en el mejoramiento del magisterio- y las tendencias modernizadores (entre 1988-1994) se convirtieran en su punto culminante y que establecerían visión general sobre modernización al terreno educativo relacionados con la educación básica, la calidad de la educación, la formación del docente, la educación orientada a los adultos, el papel que tiene la sociedad en sí con el proceso de aprendizaje, infraestructura, y demás elementos que contribuyen a la formación adecuada de la población. El Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica fue manifestación de la acción de mejorar sustancialmente la calidad de la educación, de combatir el analfabetismo, de ampliar la cobertura, etc., con el propósito de brindar un diagnóstico y mejorar el panorama dentro de este terreno.
A modo de conclusión podría decirse que aún hay mucho camino que recorrer en esta área, si bien, al principio mencionaba a grandes rasgos la situación en materia de educación -estamos por debajo de Cuba, Argentina, Trinidad y Tobago- dentro de la escala de desempeño educativo y de alfabetización, ésta no determina la realidad concreta (sólo genera una idea general sobre el desempeño y eficacia del SEM en comparación de otros, evidentemente). La educación se vuelve la punta de lanza para el despegue de los países en desarrollo con el advenimiento de las sociedades modernas que privilegian mayoritariamente el conocimiento científico especializado, al cual se dio énfasis en ciertos periodos de nuestro país pero, con un corte utilitarista más sesgado y un pragmatismo orientado a satisfacer las necesidades más elementales de nuestra economía. Ahora, la educación se vislumbra como un elemento primordial de la generación sociocultural que favorece la organización y desarrollo de las sociedades, es decir, la educación más que participante -cómplice-es
el factor que moldea las sociedades y la historia.






[1] El Universal /México, D.F “México ocupa el
lugar 48 en Desarrollo en Educación” en El Siglo de Torreón [artículo en línea]
Disponible en: http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/314584.mexico-ocupa-lugar-48-en-desarrollo-en-educac.html
[fecha de acceso: 13/11/2010]
[2]Ravelo,
Galindo Carlos “Analfabetismo” en Actualidades México  [artículo
en línea] Disponible en
:
http://www.actualidadesmexico.com.mx/2010/01/analfabetismo/
[fecha de acceso: 13/11/2010]
[3]
Carlos, Ornelas,” La misión del
sistema educativo mexicano: tres reformas profundas”, en: El conocimiento de la
Transición del Sistema Educativo Mexicano. Más allá del curriculum oculto, en
el sistema educativo Mexicano. La transición de fin de siglo, Ed. CIDE-NF, FCE,
México, 1995, p. 109

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Bibliografía:
Órnelas, Carlos, La misión del sistema educativo mexicano: tres reformas
profundas, El conocimiento de la Transición del Sistema Educativo Mexicano. Más
allá del curriculum oculto, en el sistema educativo Mexicano. La transición de
fin de siglo, Ed. CIDE-NF, FCE, México, 1995, pp.95- 126 y 168-206.
Padua, Jorge, La educación en las transformaciones Sociales, en Latapí
Pablo (Coord.), Un siglo de educación en México, 1998. Pp. 84-149.
Quintanilla Susana y Mary Kay Vaughan, Escuela y sociedad en el periodo
cardenista, Ed. FCE, México, 1997.

Webgrafía:
El
Universal /México, D.F “México ocupa el lugar 48 en Desarrollo en Educación” en El Siglo de Torreón [artículo en línea] Disponible en:
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/314584.mexico-ocupa-lugar-48-en-desarrollo-en-educac.html [fecha de acceso: 13/11/2010]
Ravelo, Galindo Carlos “Analfabetismo” en Actualidades México  [artículo en línea] Disponible  en:http://www.actualidadesmexico.com.mx/2010/01/analfabetismo/
[fecha de acceso: 13/11/2010]





1 comentario:

  1. Claridad y capacidad de sintésis que muestra la presencia en clase y el seguimiento de los textos revisados.

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